Blanco del Agnus Dei, Juan I, Toledo

En la entrada de hoy vengo a presentaros un humilde Blanco del Agnus Dei acuñado en Toledo a partir de 1386.

En el anverso, encontramos la representación del Agnus Dei (Cordero de Dios), a izquierda, con la cabeza volteada a derecha, y sosteniendo un estandarte que remata en cruz ya en la propia leyenda. Delante, T-. Alrededor, la inscripción AGNVS:DEI:QI TOLIS:PE (Rosetón o estrella de ocho puntas).

En el reverso, se representa una Y coronada (inicial de Iohannes), entre T-O (Toledo). Alrededor, la continuación de la leyenda del anverso: +CATA:MVNDI:MISER:.

La leyenda completa sería: AGNVS DEI Q(U)I TO(L)LIS PEC(C)ATA MVNDI MISER(E) (NOBIS). Que se puede traducir por «Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros».

Pesa 1,70 g y mide 21 mm.

Blanco del Agnus Dei, Toledo.

Apunte histórico

Los conflictos por el trono castellano que se originaron entre Pedro I y Enrique II, ambos hermanos, y que culminaron con la victoria del segundo, no cesaron de forma inmediata. Muerto Enrique, accede al trono Juan I, su hijo, que se encontró con las pretensiones de Juan de Gante de recuperar el trono que había pertenecido a su suegro (Pedro I). Recordemos que Juan de Gante, Duque de Lancáster, se casó, después de enviudar de su primera esposa, con Constanza, hija de Pedro I. De ese matrimonio, del que nació Catalina de Lancáster, surgen las pretensiones sobre el trono castellano.

O sea, que el suegro de Pedro I (Juan de Gante) pretendía el trono castellano por su “parentesco” con el Rey derrotado, y ese trono se lo disputaba a Juan I. Este conflicto, además, debe situarse contextualmente en la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra.

En esas, Juan de Gante es reconocido como Rey de Castilla por el monarca inglés, y cuenta con su apoyo y el de los portugueses. Con ello, viendo además la derrota de Juan I en Aljubarrota (1385), decide poner los pies en Castilla, por lo que desembarca en 1386 con su esposa e hija en Galicia, estableciéndose prontamente en Orense y controlando en poco tiempo todo el territorio gallego. Ahora bien, a medida que sus deseos de conquista avanzaban, se encontraba con una mayor resistencia, hasta el punto que decidió retirarse a Portugal.

El conflicto finalmente se liquidó con el matrimonio de Catalina de Lancáster —hija de Juan de Gante— con Enrique III —hijo de Juan I— uniéndose ambas “ramas enfrentadas”. Fue, no obstante, un acuerdo prácticamente económico, pues Juan I se obligaba al pago de 540.000 francos en moneda de oro o plata a Juan de Gante, por la renuncia a los derechos sucesorios, y al pago de una renta vitalicia de 40.000 francos anuales. Desde luego, como algún autor comentaba, se trata de una “onerosa paz”.

Y como es de suponer, cuando hay enfrentamientos como este, en el que se cuestionan las legitimidades de los Reyes y los pretendientes al trono, se alude a Dios, fuente de legitimidad de las monarquías europeas durante siglos. Un medio eficaz de propaganda era la moneda, y ambos contendientes batieron las suyas. De Juan de Gante, conservamos muy pocos y rarísimos ejemplares de real acuñados al estilo de los de Pedro I. De Juan I, podemos destacar estas humildes blancas, acuñadas masivamente, en las que se representa al Agnus Dei. No es tampoco el único ejemplo en la numismática castellana en los que se hace referencia a la divinidad en momentos de crisis, por citar, las acuñaciones con el monograma mariano que se batieron en el reinado de Carlos II.

Detalle del Agnus Dei de la moneda. (Foto: Aureo & Calicó, subasta 261, lote 167).

Así, estas monedas tenían un potente papel de legitimación frente al conflicto del momento, y el recurso al Agnus Dei, tomado de modelos franceses, se hace verdaderamente interesante. Unido a la intensa variación del valor que sufrieron las piezas, prácticamente acuñadas con valor fiduciario, podemos decir que estas monedas son piezas estrella de cualquier colección.

Finalmente, por destacar una particularidad de esta pieza, en la leyenda del anverso se contiene un adorno ciertamente raro: un rosetón o estrella de ocho puntas. Todavía no he encontrado otra con esta particularidad, ni en subastas, ni en la literatura numismática que manejo. Así pues, pieza doblemente interesante, por toda la historia que acarrea, y por este símbolo, cuyo significado, si es que lo tiene, no me aventuro a conjeturar.

Cualquier comentario u observación, como siempre, es bienvenido.

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